
Me gusta pasear por la playa en los meses en que no hay gente. El sol no quema pero, levemente, calienta mi cuerpo tapado por abrigo, gorro y guantes. Me gusta que el sol me obligue a encoger los ojos y que las piedras blancas me hagan cerrarlos debido al fuerte reflejo de claridad que desprenden.
Recogimos una a una durante varios días y alguna que otra noche. Las pinté a tu lado en el calor de un hogar durante las tardes de este invierno que acaba de pasar. Ahora están en otra ciudad con mar, expuestas junto al resto de mis cuadros porque también forman parte de ese proceso creativo.
Hoy es un día perfecto para pasear por la arena contigo. La lluvia las mojará todas. Cogeremos unas bolsas y pasaremos el día. Te quejarás porque pesan mucho y yo te abrazaré porque sé que, en el fondo, nunca, jamás es una queja. Dirás: "me debes un masaje".
Te lo daré al llegar a casa.